Nuestro sentido de seguridad está siendo retado, y la tendencia natural es tratar de aferrarnos a lo que tenemos.
Pero este terremoto interior es tanto necesario como treméndamente importante.
Si lo permitimos, uno emerge de los escombros más fuerte y más disponible para nuevas experiencias.
Hay que tratar de observar estas crisis con desapego, casi como si estuviera sucediéndole a otra persona; decir si al proceso, y encontrarnos con él a medio trayecto.
Después del fuego, la tierra se reabastece.
Después de la tormenta, el aire es claro.
Después de la fría noche, el sol siempre sale, ilumina y calienta.
Después del incendio, el bosque se regenera y cambia.
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