¿Qué tienes, mujer, que en tu mirada se percibe la tristeza?
¿Acaso se apagaron los luceros? ¿Acaso tus ojos no perciben el titilar de las estrellas?
¡Deja que los tibios rayos de luna acaricien tus cabellos y que tu piel se nutra de sus hermosos destellos! ¡Despierta!
Eleva tus ojos al cielo y, en muda contemplación, fija tu dulce mirada en cada estrella fulgurante… Deja que vuele tu mente y que tu alma se aposente en los linderos de las nubes. Quizás escuches el cantar de los pajaritos… quizás escuches las olas del mar. Y, quizás, tu melancolía, tu tristeza y tu dolor se pierdan en el olvido… y te sientas como el ave que retorna a su nido. ¡La maravilla del amor!… la maravilla de saber que existe Dios, quien mitiga tus dolores, quien te guía hacia nuevos albores.
… ¡Llénate de vida! Siente los colores que en mágicos fulgores se deslizan por tu piel… Tú, mujer fiel, segura, fuerte, apasionada. Mujer, que de tu vientre alimentas a la vida… por eso eres tan querida, respetada y valorada.
¡Anímate, mujer! Que no te abata la tristeza, que no te envuelva la melancolía. Que naciste perfecta, hecha una reina. Levanta la mirada y enséñale al mundo tu fuerza y entereza, y que la seguridad te envuelva y renazca en ti la cordura, el afán y el amor.
Eres el ser más perfecto. Abre tus alas y vuela… nada te puede detener. Seca esas lágrimas y llénate de valor.
No te olvides: eres una maravillosa mujer.
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